El ministro Cossío se despide alertando sobre sesgos autoritarios


Indica que, a la par del riesgo sobre la democracia, la justicia constitucional vive peligros; ésta es vital para detener a quien crea que, desde el poder ganado legítimamente, puede hacer lo que le venga en gana. 
Luis María Aguilar, ministro presidente, y el ministro José Ramón Cossío Díaz. 
Arturo Ramos Ortiz

El ministro José Ramón Cossío se despidió de la Suprema Corte de Justicia de la Nación luego de 15 años de labor y, en su último mensaje como integrante del Pleno, advirtió sobre los sesgos de autoritarismo que han aparecido, especialmente los que hacen creer a quien gana el poder que “puede hacerse lo que le venga en gana porque, al final de cuentas, se tiene un gobierno legítimo y mayoritario”. La función de la justicia constitucional, precisó, es retener esos intentos. 

En una ceremonia emotiva, en la que sus colegas abundaron en reconocimiento al ministro que se retira, Cossío señaló que “la justicia constitucional puede morir, así como muere la democracia cuando no somos capaces de generar todos los elementos de refuerzo para ellas”. 

Antes de terminar su mensaje de despedida, señaló que quería hacer unas consideraciones a partir de su experiencia: “Cuando yo llegué aquí, en diciembre de 2003, la democracia mexicana gozaba de cabal salud, más allá de si a algunos les gusta o no el presidente Fox (…), más allá de eso teníamos una muy importante idea de la democracia, en el mundo y en México, y esto me parece muy importante de señalar. No había una disputa por la condición democrática; había procesos participativos, había pensamientos sobre derechos humanos, etcétera. Lo mismo pasaba con la justicia constitucional, estábamos en un momento extraordinario de la justicia constitucional. Hoy, si nos preguntamos dónde estamos, me parece que el panorama no es tan halagüeño como estaba en ese año en el que llegué”. 

Señaló que actualmente hay conflictividad con la democracia y que no se le mira ni como sistema electoral ni como entendimiento racional de las comunicaciones entre nosotros. No obstante, descartó que vivamos una etapa de ascenso de tiranos como Hitler o Stalin. “¿Por qué creo que esto no es así? Porque en aquel entonces lo que se pensaba era cómo destruir el poder político y creo que el signo en nuestros tiempos es cómo, desde el poder político, disminuir la democracia, y éste me parece que es un asunto central”. 

Señaló que a 15 años de aquel inicio en la Corte, debe hacer la pregunta en torno a la posibilidad de la muerte de la justicia constitucional. “Tenemos más o menos diagnosticado cómo muere la democracia, ¿y la justicia? No hemos podido explicar que los jueces no hacemos justicia, nosotros realizamos jurisdicción. No tenemos una capacidad metafísica, no tenemos una capacidad religiosa, no tenemos una omnisciencia para saber qué es la justicia, sino que lo que hacemos es llevar procesos racionalizados, ordenados, reglamentados”. 

Añadió que la crisis de la democracia está trastocando la imagen general de la justicia constitucional “y esto me parece peligrosísimo, porque la democracia en el apoderamiento de los órganos del Estado está suponiendo que puede hacerse, desde los órganos del Estado, lo que le venga en gana, porque al final de cuentas se tiene un gobierno legítimo y mayoritario; y la función central de la justicia constitucional es, precisamente, retener esos intentos”. 

A la par de que las democracias requieren de demócratas, sentenció, una justicia constitucional requiere jueces constitucionales: “Así como la democracia necesita demócratas, una justicia constitucional requiere jueces constitucionales, jueces que estén sosteniendo una plaza, que es la Constitución”, afirmó. Hace quince años, esto prácticamente se daba por descontado. 

“La tentación de apoderarse de la justicia constitucional, de destruir la justicia constitucional, de hacer cosas distintas con la justicia constitucional, es importante”, señaló, y dijo que los jueces constitucionales deben hacerse valer como forma de mantenimiento de los procesos civilizatorios: “Si esto no se logra, me parece que la democracia y la justicia constitucional terminarán”, concluyó. 

HACER JUSTICIA. Cossío Díaz recordó que sus 15 años como juez constitucional en la Primera Sala significan 46 mil 744 asuntos que transitaron frente a él, de 2003 a la fecha. 

Asimismo, indicó que supo entender lo que Roger Bartra advirtió en la etapa en la que llegó a la Corte: Compartir conocimiento es parte de las herramientas más importantes para el quehacer humano. Por ello, “invité a personas muy inteligentes de la carrera judicial y de fuera de la carrera judicial, para conformar mi equipo de trabajo”. Sólo a partir de un gran equipo de trabajo y con compromiso moral, indicó, pudieron atenderse los más de 46 mil asuntos. 

Por su parte, el ministro Javier Laynez Potisek hizo notar que Cossío Díaz supo conciliar su función de juez constitucional con la academia y la investigación, colaborando además en revistas especializadas y prensa para el público en general. 

Relató que desde el inicio, a través de sus proyectos, sus intervenciones, sus votos particulares y sus réplicas, el ministro Cossío Díaz basó su legado en dos cimientos fundamentales: la consolidación y fortalecimiento de la SCJN como una institución humana, sólida y fuerte, que asegure el equilibrio y los pesos y contrapesos del poder político; y el respeto efectivo a los derechos humanos. 

Cossío será merecedor de un homenaje en la Suprema Corte durante febrero de 2019. 




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